Sobre la ley antidiscriminación
MGM 27/03/2012
A propósito del lamentable crimen de Daniel Zamudio – condenable por donde se le mire, qué duda cabe – han salido a la palestra pública diversos temas, de una, sin una necesaria digestión previa. Y como creemos en la discusión como mecanismo de buen vivir y somos fanáticos de la cooperación como herramienta para lograr mejores resultados, nos propusimos el desafÃo de plantear juntos algunas reflexiones al respecto.
por MartÃn Gerlach y Pascual Sanhueza
Primero: ¿Es necesaria una ley antidiscriminación (LAD)? Sin duda.
Chile fue el primer paÃs en decretar la libertad de vientres y uno de los primeros en abolir la esclavitud, y tenemos una rica tradición en el respeto a la libertad y diferencias individuales. AsÃ, la LAD es una potente señal polÃtica en el sentido de que no seguiremos tolerando las diferencias y discriminaciones odiosas que afectan a muchos chilenos dÃa a dÃa. Es, en otras palabras, la respuesta institucional a la necesidad de renovar nuestro compromiso con la igualdad. Y aunque podemos diferir respecto de la idoneidad del articulado del actual proyecto de ley, creemos que es un consenso generalizado la necesidad de esta declaración de intenciones.
Segundo: ¿Será la LAD suficiente para terminar con las situaciones de discriminación en Chile? Absolutamente no.
Por una parte, es el mismo Estado el que está en deuda en temas de discriminación. Se hace urgente equiparar los derechos civiles de los homosexuales a los de los heterosexuales: matrimonio, divorcio, adopción. No es aceptable que por exteriorizar una orientación se pierdan derechos civiles ya adquiridos. Entonces, la LAD deberá ser complementada por reformas a la legislación actual que aseguren la igualdad efectiva en el ejercicio de los derechos que, supuestamente, todos ostentamos, pero a los que que un grupo de chilenos no pueden acceder de manera concreta, reafirmando que un homosexual es efectivamente igual que un heterosexual respecto de sus derechos y su ejercicio. Sólo desde ese momento veremos el fin de la actual discriminación institucional por causa de orientación sexual en nuestro paÃs.
Por la otra – y esta idea se ha repetido hasta el cansancio – las leyes no son suficientes para alcanzar cambios profundos en el colectivo. Para lograrlo son también necesarios un trabajo decidido en la formación de nuestros niños y la instalación de ideas matrices consensuadas que sirvan de plataforma para sustentar el cambio buscado. De esta manera, poco o nulo impacto tendrá una ley que nos repita (que ya está en la Constitución, pues) que somos todos iguales y que la discriminación arbitraria es mala, si no está acompañada de un entendimiento real de sus consecuencias por parte de la sociedad en su conjunto. ¿O alguien honestamente cree que por la sola dictación de la LAD se acabarán los casos de golpizas a gays, negros o peruanos?
En este sentido, creemos que la internalización por parte del ciudadano del bien jurÃdico protegido en la LAD no va a ser inmediata, sino que pasarán generaciones antes de que dejemos de reirnos de chistes basados en homosexuales, o de cruzar la calle cuando veamos alguien que parezca peligroso. Porque, al fin y al cabo, esas prácticas – tan habituales, tan aparentemente inocuas – son la base de las discriminaciones mayores. Y ahà viene el molesto cuestionamiento interno: ¿estamos dispuestos a cambiar esas prácticas tan pequeñas, pero igual de discriminadoras? En cambiar las grandes el consenso existe. En estas últimas, quién sabe…
En el fondo, la solución no está sólo en el Congreso o La Moneda, sino que también en el living de su casa. Ojalá que el caso de Daniel Zamudio sirva para mantener el tema en conversación, y por harto tiempo.
este post además está en el blog de Pascual
ALGO QUE DECIR?