33 mineros y nuestra condición humana
MGM 23/08/2010
¿Por qué será que este tipo de acontecimientos terminan por emocionarnos y llenarnos de orgullo en vez de hacernos explotar de rabia y darnos por vencidos? La historia de los 33 mineros nos enseña algo de nuestra condición humana que muchas veces olvidamos: respondemos mucho mejor a los estÃmulos que llaman a nuestro lado positivo que aquellos que nos buscan por el negativo.
Creo que ya está claro que este 2010 quedará en la memoria de los chilenos tanto por los sufrimientos como por las alegrÃas que nacen de las experiencias extremas. Primero, el terremoto de febrero y las cientos y miles de historias que nos dejaron atónitos por la grandeza del espÃritu de sus protagonistas, además de todas las muestras de humanidad y solidaridad que rodearon a Chile durante el tiempo que siguió. Y ahora, los mineros enterrados nos demuestran que el espÃritu nacional no aparece sólo ante tragedias gigantescas, sino que también está ahà cuando unos pocos lo necesitan.
Y es que este episodio da para discutir acerca de una serie de temas que no queda claro si están bien zanjados en nuestra sociedad. La relación entre el regulador y los regulados (SERNAGEOMIN y la empresa que explota la Mina San José) es uno de ellos, y una muestra más de que hay que definir de mejor manera y transparentar los procesos por los cuales el mundo privado desarrolla actividades que deben ser, al menos, vigiladas por la autoridad, como aquellas que involucran alto riesgo para los trabajadores. Otro tema es el de la manera en que la sociedad protege a sus integrantes, en este caso representado por la eventual falta de prolijidad en las polÃticas de seguridad que se observaban en la mina, y si estas eran suficientes para hacer frente a los riesgos inherentes a la actividad que en ella se llevaba. También queda dando vueltas eso de si corresponde o no que las autoridades polÃticas aparezcan sacando provecho de las tragedias, si es que efectivamente esto es asÃ, y si es un costo aceptable para salvar la vida de, en este caso, 33 trabajadores sin ninguna responsabilidad en el accidente que sufrieron. Por último – y muy relacionado al anterior – me dejó atónito el actuar de algunas empresas en esta pasada, demostrando que para estas instituciones no cualquier intento de relacionarse con la comunidad es válido.
Pero no es ninguno de estos temas negativos (por llamarlos de alguna manera) los que realmente llaman mi atención. Ninguna de las interrogantes que se plantean con sólo constatar la existencia de estos problemas me apasiona tanto como la observación del fenómeno opuesto ante el mismo evento: Chile entero se unió en un único deseo, que terminó con las más variadas muestras de felicidad – genuina felicidad – al conocerse la noticia de que los 33 mineros estaban con vida y en buen estado.
Quizás es obvio que todo el mundo iba a estar de acuerdo en que no hay que escatimar esfuerzos en rescatar a los mineros atrapados. Pero realmente me sorprendió que Plaza Italia se llenara de gente una vez que se supo con certeza la suerte de que se encontraran con vida. Piénsenlo un segundo: la gente dejó lo que estaba haciendo para salir a la calle con banderas y tocando la bocina con el sólo objetivo de descargar el stress, como gritándole al mundo que si 33 mineros sobreviven 17 dÃas atrapados a 700 metros de profundidad sin apoyo alguno desde el exterior, todo lo demás pasa a segundo plano. Las plazas se llenaron de gente saltando y cantando el himno nacional en todo Chile; en la TV lo único de lo que se hablaba era de las noticias de los mineros, y las cámaras nos mostraban a la señora leyendo la carta que nos terminó por emocionar.
¿Cómo no estar emocionados? ¿Cómo no darnos cuenta que efectivamente todo lo demás pasa a segundo plano? ¿Cómo no preferir alegrarnos por lo bueno en vez de amargarnos por lo malo? Imposible. No hay nada más potente en nuestra condición de humanos que el júbilo de lo que nos alegra; nada más apasionante que eso que nos levanta el espÃritu. Ni la venganza, ni la rabia, ni las ganas de mandar a alguien a la mierda superarán jamás la capacidad de lo bueno para movernos. Y a mis ojos – al igual que en las pelÃculas de superhéroes – constatar el triunfo de lo bueno ante lo malo vale la pena ser destacado. Es una muestra más de que nuestro pasar por esta vida se hace mucho más humano cuando lo pasamos bien que cuando lo pasamos mal. Y aunque ambos espectros de experiencias conviven y se necesitan mutuamente, nunca un estÃmulo negativo será más que uno positivo.
Y justamente de esto se trata ser humanos: de vivir la vida; y aunque muchas veces nos toca sufrir, al final del dÃa siempre habrá algo por qué celebrar.
La imagen es de Alberto Montt, que la comparte bajo licencia CC.
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